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lunes, 10 de diciembre de 2012

Venus



“La Venus del espejo”  es una de las principales pinturas del pintor español Diego Velázquez. Su estilo es Barroco español, siglo XVII. El año en que fue pintado la obra no está muy claro, se sabe que entre 1648 y 1651
La obra representa a la diosa Venus , tumbada sobre una cama y mirando a un espejo que sostiene el dios del amor l, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano.
El tema mitológico era habitual en estos emplazamientos campestres, surgiendo imágenes como la Primavera o Venus y Marte. Venus es la diosa del amor y su nacimiento se debe a los genitales del dios Urano, cortados por su hijo Cronos y arrojados al mar. El momento que presenta el artista es la llegada de la diosa, tras su nacimiento, a la isla de Citera, empujada por el viento como describe Homero, quien sirvió de fuente literaria para la obra de Botticelli.

No trata a la figura como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer.
A diferencia de los desnudos italianos y flamencos de la época de Velázquez, falta aquí el paisaje, la habitación o las criadas, falta todo lo que podría distraernos.  Solo está el cupido alado.
 La escena está cargada de erotismo, sensualidad y elegancia. Podemos ver cómo la diosa se ve en el espejo sin que ella pose para nosotros, por lo que la escena transmite sosiego y tranquilidad. El erotismo viene de los tonos rojos de la cortina y de el rosa de los cuerpos. Además la pincelada gruesa y suelta resta tensión a la imagen
 

El espejo permite al espectador ver el rostro de la diosa que en un principio estaba oculto.Predominan el blanco, el negro y el rojo, aunque en una extraordinaria gama de matices.





Marte de Velázquez

 
Velázquez pintó al dios de la guerra sentado, desplegando todos sus atributos militares: bengala en la mano derecha, morrión sobre la cabeza, con su armadura, escudo y espada en el suelo, a sus pies.

Presenta un aire melancólico y un aspecto cansado y abatido, muy diferente a la imagen victoriosa y triunfante tradicional, siendo uno de los mejores ejemplos de las metafóricas representaciones velazqueñas. Se relaciona con las imágenes de los filósofos
Esopo (P1206) y Menipo (P1207) con quien compartía destino, pudiéndose entender como una visión crítica e irónica de la Antigüedad. Se ha interpretado también como una posible alegoría de la decadencia política y militar de España y las derrotas de los famosos tercios españoles.

La composición ha sido vinculada a obras que Velázquez conocería durante sus viajes a Italia, como la escultura clásica del Ares Ludovisi y, especialmente, Il Pensieroso de
Miguel Ángel para la tumba de los Medici en Florencia. Es perceptible también la influencia de Tiziano y Rubens, sobre todo en la combinación de colores y el tratamiento de las carnaciones.

Posiblemente fue pintado para la
Torre de la Parada, de donde pasó, antes de 1772, al Palacio Real de Madrid. Entre 1816 y 1827 estuvo en la Real Academia de San Fernando.